lunes, 30 de agosto de 2010

18052010



He estado soñando contigo.

Siempre entre mis piernas y yo a punto de morir una pequeña muerte, casi, casi... un poco más... Adivinas el momento y me trepas, reviento como loca mientras me pruebo en tí, es muy intenso y quiero prolongar la tibieza de tu explosión dentro de mí.

lagata777


Yo aún no sueño contigo.

Aunque me he acostado pensando en ti, sin ti, queriendo despertar contigo. Pero al otro día no encuentro más que tu sabor, tu olor, y este confuso recuerdo.

¿Fue un sueño? ¿Aún sueño? Protegida contra espacio y tiempo una bola de cristal encierra tú ultimo suspiro, tu cabello.

hakeldamax

http://hakeldamax.blogspot.com/


No estuve soñando, ya recuerdo lo que pasó, es obvio porque aún puedo sentirte dentro de mí.

Me esperabas muy cerca cuando abrí la puerta y casi no conté el segundo en el que la cerraste con mi espalda. Tu lengua y tus dedos me dividen en dos y te perdí por un momento, al siguiente te siento detrás de mí, me empujas una y otra vez hacia un infinito creciente, tus manos buscan en mi pelvis y en mi cuello… me pides que acabe cuando ya lo estoy haciendo y exploto de nuevo.

Tu olor en mi piel me aturde, y quiero más.

lagata777

lunes, 3 de mayo de 2010

El abrazo roto



No hay caricia que me haya hecho tanta mella como tu abrazo. Lo extraño como si lo acabara de vivir, no puedo olvidarlo aunque lo logré durante años, es como una presión negativa que me hace cóncavo el pecho y no me deja respirar. Soporté diez años tu parca partida y sufro el no recordar siquiera la última vez que te vi. No puedo dejar de pensar que estoy viviendo una realidad paralela en la que tu ausencia es palpable y es protagonista tu tácito y evidente deseo de no volverme a ver. Dudo de mi propia vida y el gran hoyo no se llena con ninguna almohada cuando te esculpo a mi lado en la cama. Sé que te herí.

Fue tragicómica tu indecisión al bajar del carro, te regresaste, vienes con la chaqueta, no mejor sin la chaqueta, regresas de nuevo al carro, chaqueta en mano esta vez, te pasas la mano por el cabello, entrelazas ambas en la nuca. Entraste siguiendo pistas de notas y velas. Dijiste que mis caricias te llevaban lejos, y viajaste, pero no tu compañera no era yo.

Cómo no perderme hoy en tu mirada atenta, me escuchas y me seduces a la vez. Y casi como para dejarme sin palabras, me hablas también y me cuentas que has hecho el mismo viaje, que has mirado las mismas imágenes bizarras y hermosas, que has sentido como siento yo. No me queda mas que perder mi falta de fe y pedir, rogar, rezar… que no seas mi ideal, te deseo imperfecto y con manchas, te extraño tal y como eres hoy.

jueves, 1 de abril de 2010

Espíritu y Razón



Como desde que vi que en su blog M y H se hacen llamar a sí mismas el espíritu y la razón quedé con la espinita de hacer algún chistecito práctico al respecto, pues nada, hace un par de meses salí a buscar una tienda de mascotas que recordaba quedaba en Sabana Grande y compré, sin molestarme en justificarle al vendedor que eran para mi hijo o para un regalo, un par de tortuguitas de agua y las bauticé Espíritu y Razón.

Desde el principio noté que Espíritu era un poco intrépida y alocada, casi como desprendida de su caparazón, literalmente porque uno de sus juegos favoritos era lanzarse desde el pináculo del oasis con la palmera plástica apuntando al lugar con menos agua del terrario en forma de ocho donde vivía, seguro que en su libertad y amplitud de mente era capaz de sentir que tenía alas, pero cotidianamente iba quedando cada vez más abollada. Razón la miraba en pleno juego con cierto desdén y disimulaba su agrado apilando ordenadamente en montones de igual cantidad las piedritas de colores neón que alegraban su hábitat, pero lo curioso era que ambas tortuguitas parecían ponerse de acuerdo de cuando en vez para jugar y entonces hacían cosas maravillosas juntas, debo decir que siempre fue cuando yo no las estaba observando, pero estoy segura de que así era.

La catástrofe ocurrió el día en que predeciblemente Espíritu falló más de la cuenta en el cálculo de la curva e impulso de su salto, aunque en realidad no falló sino que nunca calculaba, eso eran cosas de Razón. Espíritu cayó fuera del ocho protector y el precipicio que representaba el gavetero del cuarto de Diego tuvo fin en las garras de Josefina la Negra Purría. Un zarpazo y unos colmillos afilados terminaron de liberar a Espíritu de su prisión, se acabó la dependencia en la rectitud de unos cálculos que nunca hacía.

Razón nunca fue la misma como se pueden imaginar. Sin Espíritu ella era como una mascota mecanizada, una robo-tortuga de ingenio japonés. Su obsesión con los montoncitos de piedritas neón la superó su paranoia ante el peligro de ingerir hojuelas de alimento que no fueran perfectamente cuadradas. Compré tantas latas de comida para tortugas tratando de animarla a comer cuando encontrara las que cuadraran con su gusto que un mes no pagué la luz. Esa noche que tuvimos que pasar con velas me dí cuenta de que mis esfuerzos habían sido en vano, Razón se había quedado seca en el centro exacto de una circunferencia perfecta de bloques perfectos de piedras en la tumba alegre como una disco que se había empezado a construir desde que se le fue Espíritu.