miércoles, 4 de noviembre de 2009

Sanatorio



Me doy cuenta de que no estoy de visita cuando los hombres de blanco me impiden el paso. A simple vista no parecen impasables, como podría serlo cualquier portero de discoteca de moda, malencarado e impasible ante los gritos. Pensándolo bien, yo nunca tuve problemas para franquear ninguna puerta, nunca hubo mala cara para mí. Pero ahora es diferente y sencillamente, no me van a dejar salir.

Mientras el cosquilleo del pánico me adormece los brazos me repito a mí misma que debo mantener la calma pues es evidente que ha habido un lamentable error y que aunque me dé un fastidio terrible voy a tener que arreglarlo, como de costumbre, a mi manera. "Con qué autoridad me retienen aquí? Exijo hablar con sus superiores de inmediato!", por más autoritariamente que los increpo- eso creo yo- los hombres de blanco siguen impávidos. Me parece que uno hace un ademán con la cabeza hacia un salón de esta casona colonial y en ruinas y para allá voy.

Casi ni le presté atención al hombrecillo de bata impecable y lentes culo de botella que me decía que todo era por mi bien y que hiciera lo que me decían. Fue entonces cuando los vi. Crucé miradas con ellos y los que aún podían me la devolvieron con ojos sin párpados que hacía tiempo ya no estaban. Se les había sustituido la humanidad de una forma caricaturesca en una metamorfosis directamente proporcional al tiempo que tenían encerrados allí: piel por gases, músculos por papel, venas y arterias por infantiles trazos de creyón azul y rojo, cabello por enredaderas de parchita en el mejor de los casos. Lo último en irse eran los globos oculares, por lo visto, pues incluso el despojo de humano que me habló batiendo su mandíbula de papel maché y plastilina apenas los tenía sostenido por el recuerdo de unos músculos faciales. "Catira te abandonaron... Si en tu vida pensaste que en alguien podías confiar, mejor intenta llamarlo ahora, pero no esperes demasiado. A ninguno de nosotros nos sirvió de algo." No todos los días alguien se toma la molestia de permitir que se le caiga la vía intravenosa de una muñeca de papel bond dando un consejo, así que se lo agradezco pinchando de nuevo con la aguja dos veces, hacia abajo y hacia arriba, la silueta recortada de su brazo. Tampoco puedo asegurar que haya apretado mi mano.

Tengo ganas de correr y gritar y me imagino que lo hago porque allí están de nuevo los hombres de blanco inmovilizándome. No sé cuánto tiempo pasa porque después de las agujas sólo recuerdo frases insulsas que escucho de los otros pacientes de papel. Me descubro libre de ataduras y frente a un teléfono monedero de pared discando con muchos nervios unos números mugrientos. Cero (trrrrrrrrrrrrrrrrrrt), cuatro (trrrrrrrrt), uno (trrt), seis (trrrrrrrrt)…. Aló? Aló! K.! Me escuchas bien? Mira no tengo tiempo para explicaciones, necesito que vengas a buscarme…. Ah? No, yo no estoy desobedeciendo a nadie…. Pero claro que es un error, te digo que vengas a buscarme, estoy en…. K. K. Escúchame. No es…. Cómo que haga lo que me dicen?? Yo no estoy loca! K., por Dios, si alguien sabe que yo estoy perfectamente eres tú… K. Yo no estoy loca… NO ESTOY LOCA!!!!!

Qué difícil es golpear un teléfono público con puños de cartón. La línea muerta y mi corazón empapa de sangre el pergamino de mi tórax. Los hombres de blanco, siempre de a dos, ya ni me hablan. Me acercan una silla de ruedas al tiempo que mis piernas se deshacen y quedan silueteadas en papel croquis, que todos saben, no está hecho para sostener órganos vitales. Da igual. Sólo necesito unas gotas lubricantes en los ojos, no sé quién tiene ese cuidado conmigo desde que perdí los párpados. Qué tarde llegó la sabiduría de ese primer paciente de papel que tuvo el soplo de hablarme.

2 comentarios:

  1. MG
    no estas en un sanatorio!
    estas en arte real!!!!!
    deja de robar cartones!

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  2. Eso también explicaría por qué los encargados del sitio y yo no hablamos el mismo idioma...

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